Juego De Azar: capitulo 02

Se que este blog trata de rock y moda... pero me he sentido deprimida ultimamente y que mejor remedio para la depresión que escribir, esta es una historia inspirada en sentimientos, ojala te agrade y por favor comenta. Derechos de autor estan reservados.
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CAPITULO 02: NO SIEMPRE HAY RECOMPENSAS

El fastidioso sonido del despertador por la mañana me indico que ya era hora para irme al trabajo. No hacía mucho frio esa mañana, me dirigí a la cocina para hacerme el desayuno. Mi madre estaba ahí, de pie, preparando el desayuno. Tenía el cabello alborotado, como acostumbraba tenerlo por las mañanas. La radio estaba encendida, sintonizando las noticias, las cuales no eran para nada novedosas: accidentes automovilísticos, algún desastre natural en una que otra parte del país.
- Buenos días mamá – salude abrazándola mientras ella estaba en frente de la estufa.
- ¿cómo amaneciste Jaz? – me interrogo. Seguramente noto las ojeras que yo traía- ¿lograste descansar?
- Algo - le dije sin ninguna preocupación aparente.
- Luces cansada.
- No mucho en realidad. Estoy acostumbrada a desvelarme.
- mmm…
- y, ¿cómo amaneciste tú, mamá?
- Como siempre, cansada
- Siempre tomando la vida de forma pesimista
- No soy pesimista, tengo insomnio
- Ya veo…
Me senté a desayunar, apoyando mi cabeza en el brazo que recosté en la mesa. Mientras disolvía el azúcar en mi taza de té, me percate de que últimamente solo actuaba en “modo automático”, como si estuviera programada para actuar de la forma en que todos esperan que yo actué; siempre haciendo las cosas de manera predecible. Durante un segundo me quedé estática con la mente puesta en mis reflexiones inoportunas; miré el reloj de la cocina y me di cuenta que me hacía tarde.
- Ya te vas al trabajo- me dijo mi madre mientras me levantaba de la mesa y llevaba los platos al fregadero.
- Sí, me estoy haciendo tarde
- Esta dormida despierta ¿verdad?
- ¿hay algo más obvio que eso, en este momento?
- Ve a vestirte, no te hagas tarde.
Corrí a mi dormitorio, y velozmente, me puse a hurgar en mi desabrido guardarropa. Cogí lo primero que vi, un par de pantalones negros y una blusa gris, un par de zapatos de punta cuadrada, muy al estilo “abuela”, así decían algunas chicas del trabajo. Mi negra melena llegaba a los hombros, así que tomé un Colette y me recogí el cabello; es más adecuado llevar el cabello recogido, si eres una empleada del departamento de logística en una tienda de materiales de construcción. Ya estaba lista, tome mi chaqueta que estaba detrás del perchero de la puerta de mi casa, y salí dándole un golpetazo.
Tome el autobús con dirección al mall. Me senté junto a la ventana para observar la calle, mientras recorría la “entretenida” trayectoria de 35 minutos hasta mi destino final. Finalmente, llegué a mi destino, el mall principal de la ciudad. Entre tantas tiendas departamentales, había un inmenso establecimiento de materiales de construcción. Sí, ahí yo trabajo. Marque la hora de entrada en mi tarjeta, “buen día” me dijo Jorge, el conserje. “buen día” le respondí con una leve sonrisa en los labios. Me dirigí a mi computadora, para revisar el stock de productos, y ver que pedidos faltaba atender. Sabía que me esperaba un largo día. Las labores eran totalmente monótonas, ya llevaba 2 años haciendo lo mismo, así que mientras trabajaba, me tomaba el tiempo para leer algo, y no aburrirme con lo mismo de siempre.
El reloj avanzaba muy lentamente, parecía que los minutos eran cada vez más largos, las agujas del reloj no avanzaban frente a mis ojos. Pose mi mirada en una larga lista de productos que nos faltaban en el almacén, y comencé e revisarla. Sin darme cuenta los ojos me ardían de tanto ver la pantalla de la computadora; miré nuevamente el reloj; ya habían pasado 4 horas. “Wow” me dije a mi misma, ya me sentía más aliviada sabiendo que había transcurrido la mitad de mis labores del día. Me fui a almorzar donde se encontraban los demás compañeros del trabajo, el panorama del comedor era casi completamente masculino, de treinta y cinco trabajadores, solo tres éramos mujeres: la secretaria del administrador, una vendedora, y yo, empleada de logística.
Me dirigí a la mesa donde se encontraban las chicas, como siempre suelo hacerlo. En la mesa estaban Marta, Teresa, Daniel y Roberto. Me senté entre Marta y Daniel.
- Hello, abue – Me dijo Roberto con un tono bromista. Roberto es un chico que estudió economía en la misma universidad que yo estudie, alto, de piel trigueña, cabello lacio y ojos color café. Teníamos mucho tiempo siendo amigos así que la confianza era mutua.
- Hola muchachos – dije saludando a todos
- Tienes un rostro de total desvelo- me dijo Marta, la secretaria del administrador – en qué te habrás pasado la noche – continuo con tono malicioso.
- Uyyyyyyy - dijeron todos riéndose
- No seas mal pensada, chata – le respondí
- No te exasperes, cálmate – asintió Teresa
- Además no es nada malo que te hayas divertido toda la noche – aclaro Daniel.
- Con amigos como ustedes no necesito enemigos. Como es posible que puedan ser perturbados. Por si no se han percatado, ustedes no son los únicos que tienen problemas.
- Discúlpame Jaz, no quería herirte – dijo Marta
- No te preocupes, entiendo su sentido del humor, chicos.- sonreí ligeramente, pero soy mala para esconder lo que pienso, así que mi probablemente notaron mi incomodidad en mi rostro.
- Bueno… - susurró Roberto, haciendo una mueca con la boca, para cortar el silencio que duró menos de un minuto incómodamente- me olvidaba de comunicarles, muchachos, Jorge me encargo decirles que el sábado tenemos reunión con los coordinadores regionales de la compañía de Macasa, para acordar sobre las órdenes de compra, etc. Como les decía, será el viernes a las 7 de la noche, en la oficina del jefe.
Jorge es nuestro administrador, ¿cómo describirlo? Pues la verdad, no es el típico calvo gordito de lentes malhumorado; él es más bien, bastante jovial, pero muy metido en los negocios, con bastantes conocimientos, es un “todista”, sabe de todo un poco, y no se le escapa ni un detalle de la empresa; es por su gran esfuerzo que a sus 31 años es nuestro jefe.
- Uhmm… Jaz, tú debes saber qué problema hay con Macasa ¿no?-interrogó Teresa, como siempre completamente despistada de los asuntos de su centro de labores.
- Tere, me imagino que Jorge quiere lograr un acuerdo de precios con Macasa, porque la verdad, últimamente he notado que Macasa no nos está abasteciendo con el stock necesario, y creo que la gerencia general de la empresa nos está recortando el presupuesto, y teniendo en cuenta que Macasa es el proveedor más importante del mercado, y que los clientes principalmente buscan su marca, sería mejor llegar a un acuerdo.
- Wow, ¡Qué chica tan lista! ¿qué haces aquí sentada con la servidumbre?- dijo Daniel riéndose mientras bromeaba conmigo.
- Jajaja, no seas sarcástico Daniel, trabajo en logística, obviamente tenía que saber del tema.
Una ojeada al reloj nos indico que teníamos que regresar a nuestras labores.
Al acabar el día, nuevamente agotada, decidí ir al hospital nuevamente, por lo menos un par de horas, para poder ver a mi progenitor, y tener noticias de él.
Al cruzar la entrada de ese lugar frívolo y petrificante, mi corazón nuevamente palpitaba a mil por hora, cada momento en que recordaba es estado de mi padre, perdía el control de los nervios. Creo que cualquiera en mi lugar le ocurriría lo mismo; todos sabemos que estar postrado en una cama de hospital no son buenas noticias, así que no tendría porque estar de un estado de ánimo distinto al que me encontraba en ese momento.
Caminé por el pasillo, hasta encontrarme con mi padre, me paré cerca de la enfermera que le suministraba los medicamentos por vía intravenosa. Él continuaba dormido.
- Buenas noches-salude a la enfermera en voz baja.
- Buenas noches- me respondió el saludo
- Disculpe que le moleste, el enfermo que usted está atendiendo, es mi padre, no quisiera ser grosera, pero me gustaría que me diga cómo está él.
- Pues, señorita, como usted puede ver, no hay una gran mejoría aun.

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